Rincón del Conocimiento

El estadounidense Paul Allen, además de multimillonario, es un auténtico empresario innovador, y a gran escala, tan grande como dos aviones Jumbo juntos y un cohete. Es su último proyecto, presentado hace unos días en Seattle (EE UU), para ir al espacio. Según su plan, el primer vuelo de ensayo se hará dentro de cinco años. De momento, el diseño se hace para poner en órbita baja (hasta 2.000 kilómetros de altura) cargas y satélites. Pero ni Allen ni sus colaboradores Burt Rutan y Michael Griffin ocultan que tienen puesto el ojo, para después, en vuelos tripulados con su nuevo sistema, una vez que se haya comprobado exhaustivamente su seguridad.

El nuevo proyecto se llama Stratolaunch Systems y consiste en una aeronave, como dos Boeing 747 Jumbo unidos, con una estructura para llevar suspendido un cohete. El avión debe elevarse hasta unos 9.000 metros y soltar el cohete, que se encenderá para colocar en órbita la carga que lleve.
El avión doble (con seis motores de Jumbo) medirá 117 metros de envergadura, pesará unas 550 toneladas e incorporará muchos nuevos materiales compuestos. Necesitará una pista de 3.600 metros de longitud. Rutan apuntó que tienen ya miles de diseños y planos, pero todavía no está el proyecto completo. En cuanto al coste, Allen no ha querido dar detalles alegando que la competencia en el sector es fuerte, pero ha señalado que la cosa está en un orden de magnitud superior a la inversión realizada en el StarShipOne (20 millones de euros).

                                                    

La idea de elevar un cohete en avión para lanzarlo desde el aire no es nueva. La utiliza ya otra empresa estadounidense, Orbital, con su Pegasus, que se utilizó para lanzar un pequeño satélite del INTA despegando desde Torrejón de Ardoz (Madrid), en 1997.

El Stratolaunch es mucho más ambicioso. Podrá poner en órbita baja cargas de unas 4,5 toneladas, ya sean satélites comerciales o misiones científicas. Además, la Estación Espacial Internacional (ISS) está a una altura al alcance del nuevo sistema (unos 360 kilómetros), así que Allen, Rutan y Griffin no descartan llegar a competir por los vuelos a la base orbital. La NASA ha renunciado a desarrollar un cohete para dar servicio a la ISS y encomendará esta función a las empresas privadas, a las que está ayudando financieramente a desarrollar los futuros lanzadores. De ahí la efervescencia del sector estadounidense.

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