Rincón del Conocimiento

Lo llamaban «electroshock» y el imaginario popular lo asocia todavía a la larga lista de atrocidades que la historia de la medicina ha alumbrado. Hoy recibe el nombre de terapia electroconvulsiva (TEC) y se sigue aplicando. Se trata de un arma terapéutica eficaz en muchos casos y que administrada de manera controlada ayuda a muchos enfermos mentales que no habían respondido a otro tipo de tratamientos a superar el drama de su enfermedad.

Aunque muchos pacientes piensan que la terapia electroconvulsiva es cosa del pasado y ya no se aplica, en la actualidad es un tratamiento eficaz y frecuente para patologías tan cotidianas como la depresión en casos severos, en los que el enfermo delira o se siente arruinado. También está indicada contra la esquizofrenia y diversas psicosis delirantes y agudas e incluso se utiliza para tratar patologías no psiquiátricas como laenfermedad de Parkinson. En cualquier caso, es una técnica a la que solo se recurre cuando otras opciones se han revelado insuficientes o ineficaces. Suelen pasar varios meses antes de que el psiquiatra prescriba la electroconvulsión. Ese momento solo llega cuando los fármacos, las pastillas, no han funcionado Y para muchas personas, con las descargas se abre paso también la esperanza.

«Salva vidas»

Es raro que se detecten cambios significativos antes de la tercera sesión, pero a partir de esta suele percibirse la mejoría. Las descargas estimulan la actividad de los neurotransmisores, las sustancias químicas que operan en la sinapsis, la transmisión de señales entre una neurona y la próxima. Reactivando su actividad, se contribuye a que el cerebro, prodigioso y enigmático procesador central del ser humano, recupere la normalidad. El tratamiento suele oscilar entre siete y nueve sesiones .

     

El doctor Juan José López-Ibor, jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Clínico de Madrid, cuenta que, pese a su mala prensa, la TEC «salva vidas». Puede parecer una afirmación exagerada, pero la práctica terapéutica revela que no es así. De hecho, muchos pacientes con alto riesgo de suicidio o que se niegan a comer, apartan estos funestos pensamientos tras someterse a ella.

Una sesión de terapia electroconvulsiva en la actualidad dista mucho de la imagen cruenta que ha transmitido frecuentemente el cine y la literatura. Hoy el paciente es anestesiado previamente y se le administran relajantes musculares para prevenir cualquier riesgo de fractura. Después se le colocan unos electrodos sobre uno o los dos lados de la cabeza y se le aplica una descarga que no dura más de diez o quince segundos. Es entonces cuando sucede la crisis convulsiva. Es algo bastante tranquilo. Ni sale humo de la camilla ni el enfermo se retuerce en ella chillando como la niña de «El exorcista». Según López-Ibor, en la mayoría de los casos apenas se aprecia un leve movimiento en los dedos de la mano.

«Leyenda negra»

La TEC, no obstante, es una terapia, no un milagro, y en consecuencia tiene efectos secundarios. El más frecuente e inquietante para los pacientes es la pérdida de memoria que muchos sufren tras las sesiones. Suele ser reversible, y prolongarse por unas horas o días, pero también hay casos en los que esta amnesia persiste durante meses. Otros menos alarmantes son el dolor de cabeza o cierta confusión.

Pero no son los efectos secundarios lo que hace todavía hoy perviva en el imaginario colectivo la imagen brutal de esta técnica, asociada a la leyenda negra de la psiquiatría y muchos pacientes se muestren reticentes. El doctor López-Ibor cree que a la TEC le ocurre lo que todo lo relacionado con los enfermos mentales, que «carga con un estigma». Y no toda la culpa es de la ficción cinematográfica: «En el pasado se utilizó abusivamente, muchas veces para enfermos en los que no estaba indicado», cuenta el doctor, que añade que «fue sobre todo en Estados Unidos, en un tiempo en que la psiquiatría era muy aguerrida y se entendía que había que combatir la enfermedad como fuera y se utilizaba la TEC indiscriminadamente». Todo aquello quedó superado y, aunque entre el gran público siga predominando aquel tópico, todos los psiquiatras cuentan entre su arsenal terapéutico con la terapia electroconvulsiva.

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